lunes, 22 de octubre de 2012

El hábito de saludar

      

           Buenos días”, dije como de costumbre. 
     La señorita de la estación del peaje me dió el ticket y el cambio que correspondía. 
     “Gracias” le dije y, sin más, puse primera continuando mi camino a la oficina. Pensé que el tráfico de la hora la tenía aturdida y concentrada. O tal vez era sorda, o muda, o ambas cosas a la vez. Pero no me dirigió una sola palabra.

-     “Buenos días a todos”, dije como de costumbre al llegar a la oficina.  Sólo una persona contestó mi saludo. Los demás seguían atentos a lo que hacían.  
    “¡Buenos días!”. Alcé la voz. “¿Porqué no me saludan?”. Unos sonrieron por mi reacción. Otros siguieron atentos a lo que hacían.

Abrí el primer correo electrónico del día y el mensaje era unas mayúsculas increíbles: "FYI", que como algunos saben son las iniciales de “For your information”, (“Para Su Información”, en español). ¿Toma mucho tiempo escribir “Hola. FYI”? o tal vez: “Hola.PTI”.  

Me dijeron que debía pasar un examen médico ese día dentro de la empresa.
-        “Buenos días”, dije como de costumbre al llegar a la primera estación de controles.
-        “Por favor llene esta ficha y espere que lo vamos a llamar”. Felizmente dijo “por favor”.

      En la segunda estación, la de la toma de sangre fue la misma historia:
-          “Buenos días”, dije amablemente.
-          “¿Vino en ayunas”. Fue la respuesta.
     
      Por la noche hice compras en el supermercado y al llegar a la caja:
-          "Buenas noches señorita".
-         "¿Boleta  o factura?". Me contestó.

Me pregunto por qué la gente no saluda, o mejor dicho, por qué la gente no contesta el saludo de otra persona. Recuerdo a mamá enseñándome que siempre se saluda “porque cuando saludas todos te quieren mucho hijito, y si no saludas dicen que eres un maleducado y no te van a querer”. Y como siempre he buscado que me quieran saludaba a medio mundo.

Hay lugares, como en los pueblos de la sierra donde se tiene la costumbre de saludar aún a las personas que no conocen. Los años en los que viví en la sierra me encantaba que al caminar por las calles todo el mundo se saludaba. Daba gusto escuchar el saludo de las personas, que a pesar de sabe Dios qué cosas pasan en sus cabezas, consideran el saludo como buenas prácticas en sus vidas.

Soy un convencido que el saludar fortalece las relaciones de las personas. Es una buena forma de expresar el respeto y la consideración que se tiene hacia los demás. Es decirle al otro “yo te considero igual a mí”,  “somos iguales”, “no me importa si eres quien barre la calle, o quien cobra el peaje, o el gerente de esta empresa, yo te considero tanto como me considero a mi mismo, y te respeto”. Pero es decepcionante cuando la gente no responde el saludo. Siento que al decirle “yo te considero igual a mi” la otra persona dice “lo siento, yo no y no hagas mucha bulla porque me distraes”.

No siempre el saludar es sinónimo de abrir una puerta a otra persona para entablar una relación. Cuando subo a un ascensor y hay personas que no conozco, las saludo. Cuando visito a un cliente y paso por una oficina y hay varias personas, también saludo. Y al saludarlas no creo una relación pero si muestro mi cortesía y respeto por esas personas.
  
Acostumbrémonos a saludar y a contestar el saludo. Hagamos de esta simple norma de cortesía un hábito en nuestras vidas. La imagen que otros tendrán de nosotros será, siempre, mucho mejor.

Hasta la próxima.

jueves, 28 de junio de 2012

La Venta Perfecta

- Aló. Buenos días. 
- Aló. Estoy llamando porque deseo comprar unos camiones.
- ¡Qué bueno señor! Gracias por comunicarse con nosotros, será un placer poder asesorarle en su proceso de compra.
- Muchas gracias. Queremos comprar cinco camiones para una operación minera y ustedes venden los camiones que necesitamos.
- Así es caballero, tenemos una excelente gama de productos y no dude usted que tendremos el mejor camión para su operación.
- Excelente. ¿Cree usted que puede recibirme hoy para finiquitar la compra?
- Por supuesto. ¿Le parece bien en una hora aquí en nuestro local principal? Así me da la oportunidad de mostrarle los camiones.
- En una hora estaré allí.

Una hora después…

sábado, 2 de junio de 2012

Tráfico


Un día cualquiera. Av. Javier Prado. 19:00 horas. Hora punta. Manejo mi nave. Peugeot 306. Cientos de autos. Dos vías. Un solo objetivo: Llegar a casa. El tráfico me detiene. Analizo los rostros. Las caras de la agitada Lima.

Allí va ella. Acomodó su cabeza en el frío vidrio de la vieja Custer. Se durmió pensando en sus hijos. No los vio en todo el día. Le queda una hora de viaje para llegar a su lejana Comas.

Giro a la izquierda. Allí va el. Apoya la frente en el timón de su Rav4. Levanta la cabeza y refriega su rostro con sus manos. Inclina la cabeza hacia atrás. Nota que lo estoy mirando. Me mira. La luz cambia a verde y ambos emprendemos la marcha.

Allí va ella. Su mirada perdida demuestra tristeza. Espera que esta vez las cosas mejoren en casa. No sabe si su marido llegará esta noche. Mil demonios rondan por su mente y piensa si estará con esa intrusa otra vez. Se mueve la vieja Combi. Su mirada sigue imperturbable.

Allí van ellas. Paradas en el enorme ómnibus. Van sonriendo. Se encontraron después de tiempo y aprovechan el cansino paso de los autos para ponerse al tanto de sus vidas. Una le cuenta que se casa pronto. La otra que ya se separó. Prefieren cambiar de tema. Un sospechoso detrás de ellas llama su atención. Agarran fuerte sus carteras. El policía nos dio pase. Tengo que poner primera otra vez.

Allí van ellos. Aprovechan para darse besos. El quita las manos del timón. Ella se deja caer en sus brazos. Hay tiempo suficiente para demostrarse amor. Apenas nos había detenido el semáforo. Yo espero que avancen los autos. Ellos ruegan por seguir detenidos.

Lo veo allí. Va sentado leyendo. Esta vez no le cedió el asiento a la señora que lo mira enojada. El va estudiando. Ella rogando por un asiento. El tiene que esforzarse al máximo; si espera llegar a casa para empezar a estudiar para el examen del día siguiente, tal vez encuentre en el cansancio y el sueño la mejor excusa para no aprobar. Prefiere hacer de la Combi La Molina – Ventanilla su cuarto de estudio. Ella sigue esperando.

Ella va sonriendo sola. No ve la hora de llegar a casa y cargar al bebé del que tanto le costó separarse esa mañana por que se acabó su periodo post natal. Lleva además de su bolso y su lonchera, un pequeño maletín; y en él la leche que se sacó con esa bendita maquinita que lleva dentro. Llegará a casa. Cargará a su bebé. Sigue sonriendo. Pero aún falta mucho. Debe llegar a La Punta. Su bebé debe esperar.

Allí van los miles de rostros que hacen la gran Lima de la hora punta. Allí van miles de historias. Miles de dramas. Miles de ilusiones.

Y allí voy yo. Rogando que avance nuestro Peugeot. Rogando que vuelen los segundos, los minutos, las horas. Que llegue pronto el momento de llegar a ti, para envolverte en un abrazo y tocarte con un beso. Te amo Angélica.

viernes, 1 de junio de 2012

La historia de Zacarías Smith

El video que aquí les comparto fue colgado por mi amigo Yuri Alfaro en su cuenta de Facebook y la verdad es que me impactó mucho.

Después de ver la historia de Zacarías no me quedan dudas que la bondad de Dios está por encima de las cirunstancias que nos tocan vivir. Me quedo con las últimas palabras de video: Dios es Dios y Dios es bueno.

No dejen de ver el video.






martes, 3 de abril de 2012

Semana ¿Santa?

A lo largo de los años, muchas personas que saben de mi fe cristiana evangélica me han preguntado si celebro (sic) la Semana Santa y si estas fiestas (sic) tienen un significado especial para mí. Nunca me ha incomodado dar respuesta a esta pregunta, al contrario, aprovecho la oportunidad para ampliar el concepto que pueden tener otras personas sobre lo que profeso como evangélico.

El sentido que tiene la Semana Santa para mí dista mucho a la forma en que fui enseñado cuando niño. Recuerdo que en mi niñez, cuando profesaba la fe católica, las personas mayores no nos dejaban por ejemplo jugar porque “es pecado niño estar por allí jugando mientras Cristo está clavado en la cruz”, o “si pateas la pelota estás pateando el cuerpo de Cristo, ¿no te ha dicho eso tu mamá?”. El sentido de culpa era terrible, lo recuerdo claramente. Ah y el clásico “no se come carne porque el que come carne come la carne de Cristo”. Creo que esta forma de pensar ha cambiado con el paso de los años, tal vez la única de estas tradiciones que permanece a la fecha es la de no comer carne durante la Semana Santa.

Pues bien, la Semana Santa no es para mi una “fiesta” precisamente ni mucho menos un motivo de celebración. Por el contrario son fechas para reflexionar y recordar lo que Jesús hizo por el hombre. Desde luego aprovecho para descansar en familia y si es posible alejarnos un poquito del mundanal vértigo de la ciudad.

Lamento sí, que al igual que la navidad, Semana Santa se haya convirtido en oportunidad de negocio de muchas personas, sino pregúntenle a los vendedores de pescado que elevan sus precios en dos o tres veces. Y que hay de los encartes que nos llegan con El Comercio el mismo día del famoso “Domingo de Ramos”: Carpas, lámparas, colchones inflables, bolsas de dormir, etc: claro si medio mundo se arranca a las playas a acampar. En fin, cada uno tiene derecho de pasarlo de la mejor manera según su fe y la importancia que le da a la fecha.

Finalmente creo que recordar solamente una vez al año lo que Jesús hizo por nosotros es muy mezquino. No soy un cucufato, pero creo que permanentemente debemos recordar el acto de amor de Jesús por nosotros. Nos hemos acostumbrado a dejar a Jesús a un lado de nuestras vidas. Si Semana Santa es solamente una fiesta litúrgica que por tradición seguimos, nos viene bien leer lo que Jesús dijo: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:6-8).

Relájense y disfruten en estos días libres, y si pueden reflexionen un poquito sobre el amor de Dios para nosotros. Aunque sea después de la resaca.