Hubo una vez un hombre llamado Job. Era en su tiempo el hombre más rico y tal vez el más bendecido de toda la tierra. Fue un hombre temeroso de Dios por lo que había adquirido gran sabiduría y era considerado el personaje más importante de su tiempo (Job 1:1-3). Cuenta la Biblia que empezaron a llegarle los momentos malos, en los cuales perdió, literalmente, todas las cosas que tenía: Sus casas, sus ganados, sus tierras, murieron sus hijos e incluso a él mismo le tocó sufrir una penosa enfermedad. Dios había permitido que lleguen todas estas cosas malas a la vida de Job para probar su fe. Cuando Job entró en cuenta de todo lo malo que le había venido dijo: "Jehová dió, y Jehová quitó; sea el nombre de Dios bendito".
¡Que dificil es asimilar las cosas malas que llegan a nuestras vidas! Estamos tan enfocados en alcanzar el éxito personal en todos los aspectos, que cuando llegan momentos de crisis, de pérdidas, de dolor del corazón, de fracaso, de enfermedad y de otros males, entramos en un inconsolable y desesperado estado de angustia, tristeza y frustración. Estamos felices cuando Dios permite las cosas buenas en nuestras vidas, pero no sabemos aceptar lo malo que también Dios, en su soberanía, permite.
Cuenta la Biblia que cuando Job hubo tocado el fondo de su nuevo estado de miseria, hubo alguien a su lado que le hizo una pregunta: "¿Aún tienes tu integridad? Maldice a Dios y muérete". Esta persona fue su propia esposa. La persona que Dios puso a su lado para ser su sostén en lo bueno y en lo malo, había perdido la noción de que aún en lo malo Dios siempre tiene un propósito. La respuesta de Job siempre ha golpeando mi mente y mi corazón en medio de las cosas malas que me tocan pasar; Job dijo: "¿Qué?¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?" (Job 2:9-10)
En mi posteo anterior agradecí a Dios por el momento de felicidad que me hizo pasar con mi hijo Sebastián. Ese mismo día recibí una noticia que ha traído un dolor de muerte a mi corazón. Y creo que es justo darle gracias nuevamente a mi Dios por permitir también lo malo que llega a mi vida. En todo esto no reclamarán mis labios a Dios (Job 2:10) sino que le bendeciré y aprenderé con esto, que Dios es soberano para permitir lo bueno y también lo malo. Se que al final de esta tormenta, vendrán gratos momentos de bonanza para mí. "No hay forma de experimentar el consuelo de Dios si no es medio del dolor".
Gracias PAPA DIOS por permitir también lo malo en mi vida, porque esto me enseña a depender solamente de ti.
Gracias Angélica por ser el consuelo de Dios materializado en esta tierra. Te amo.
1 comentario:
Excelente analisis de la vida de Job Gustavo... Lo publicare en mi blog...
Bendiciones!!!
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