martes, 16 de julio de 2013

La Dicha Mía


El primer semáforo del día trae siempre consigo un ejemplar de Publimetro, el diario gratuito que me entrega “el mismo gordito nuestro de cada día”. Una vez que llega a las manos de mi copiloto de excepción, mi hijo Sebas, empieza con la noticia que más llama su atención: “Celia Cruz. 10 años sin su ¡AZUCAR!” y como corresponde, la pregunta cayó de madura: “Papá, ¿Quién es Celia Cruz”.



Cuando escucho el nombre de Celia Cruz, aquella encantadora negra cubana de potente e inigualable voz, la primera canción suya que viene a mi mente es “La dicha mía”; una canción que es un recuerdo de mi infancia que trae a mi memoria los días en nuestro viejo dúplex del Jirón Atahualpa en mi Callao querido de siempre y  de los “elepés” de salsa que solían sonar en aquellos viejos parlantes de madera que teníamos allí. El efecto que causaba en mí la voz de Celia Cruz me hacía pensar que era la mujer con la voz más potente del mundo. Su popular grito “¡AZUCAR!” es tan antiguo como el más antiguo recuerdo de mi niñez.
En su canción “La dicha mía”, Celia Cruz hace un recuento de su historia musical cantando al lado de grandes de la salsa como la Sonora Matancera, Jhony Pacheco, Willy Colón, Pete “El Conde” Rodriguez, Tito Puente, y otros.   

Al llegar a mi oficina lo primero que hice fue buscar “La dicha mía” en YouTube; y al escucharla disfruté mucho con los recuerdos que se abalanzaban sobre mi mente y aquella sensación de ser niño por seis minutos nuevamente. A lo largo del día no dejé de cantar, cual si fuera un tic, aquel estribillo del coro que dice: “Esa dicha me la dio el Señor”.
 “La dicha que me dio el Señor”.

La dicha que me dio el Señor me hace decir que hoy soy un hombre dichoso y por eso “lo primero que yo hago al despertar es dar gracias a Dios todos los días” y aunque no le rezo a todos los santos le agradezco por la dicha mía. Se me hace inevitable hacer un recuento mental de las cosas por las cuales me siento un hombre dichoso.

La dicha que me dio el Señor se ha materializado en la vida de Angélica a mi lado. Angélica para mí es el amor hecho carne. Ella es la fuerza que tengo para querer ser mejor cada día. Cuando la Biblia dice que quien halla una esposa halla el bien y que alcanza la benevolencia de Dios no puedo hacer otra cosa más que reconocer que eso es verdad en mi vida. Angélica es la dicha que me dio el Señor. Ella me ha dado dos hijos maravillosos, me llena de amor cada día, y es una fuente permanente de cuidados y gracias sobre mi vida. Veo la dicha del Señor en mi Sebas, en su incomparable compañía y en sus logros de cada día y también en mi bebochita Angélica Rosalía y en su “te quiero papito” acompañado de  una volcánica avalancha de caricias y besos.
La dicha que me dio el Señor la veo en la vida de mis padres y hermanos. En la obra que Dios hizo en la vida de mi familia cuando todo pintaba para desgracia pues cuando sobre abundó la maldad sobre abundó la gracia de Dios para nuestras vidas. La veo en los cuidados de mi padre y en sus llamadas después de cada temblor. La veo en los consejos y en las oraciones de mamá. La veo en mis cuñados pues ahora son mis hermanos. La veo en mis sobrinos creciendo, en la Meli, en Samuel, en Marita, en mi Cuchito, en el Torito y en mi Thiago a quien amo con todo el corazón. La veo también en el cariño y las lágrimas de mi abuela cuando voy a verla y en el recuerdo de mis abuelos que ya no están a mi lado. La veo en el ejemplo de trabajo de mi tía Nancy en el beso cariñoso de mi tía René. La veo en la familia que gané al casarme con Angelita porque me recibieron con mucho amor y generosidad por lo que hoy también los amo entrañablemente.  

La dicha que me dio el Señor la he visto en ángeles guardianes que Él puso en mi vida durante los años que viví fuera de casa por temas de trabajo. Viene a mi mente el recuerdo de mi amigo Roberto Meneses y su familia quienes dejaron de ser amigos para convertirse en familia mía. Recuerdo también a Doña Sole, una amorosa tía renegona que cuidó de mí cuando era un extraño en la lejana Moquegua. Ella era dueña del restaurante donde pensionábamos y nunca olvidaré la torta que preparó el día de mi cumpleaños en el año 2,000. Para mí fue una bendición tenerla en casa y que conociera a mis padres, a mi esposa y a mi Sebas recién nacido.
La dicha que me dio el Señor la veo cada domingo en la iglesia donde congrego. La veo en mis hermanos cantando alabanzas en las viejas bancas repletas de cada domingo, en el abrazo de mis amigos al salir de la iglesia y en el beso de las hermanas mayores que me dicen que oran por mí.   

La dicha que me dio el Señor la veo en la vida de entrañables amigos, aún en aquellos a quienes ya no veo pero que gracias a Facebook mantenemos contacto. No necesito mencionarlos porque ellos saben quiénes son; yo sólo espero ser parte de la dicha de Dios para sus vidas.
La dicha que me dio el Señor la he visto en los trabajos que tuve y en el que hoy tengo. En los compañeros de trabajo, en aquellos que dejaron de serlo para volverse amigos, y algunos hasta hermanos. Porque algunos confiaron en mi hombro para llorar y otros me brindaron el suyo para el mismo fin.  
En fin. Podría escribir sin parar sobre la dicha que me dio el Señor.

Termino esta entrada con un verso bíblico que es un estandarte en mi vida: “Por la misericordia de Dios no somos consumidos, porque nunca decayeron sus bondades las cuales nuevas son cada mañana; grande es su fidelidad” (Eclesiastés 3:22-23)

lunes, 22 de octubre de 2012

El hábito de saludar

      

           Buenos días”, dije como de costumbre. 
     La señorita de la estación del peaje me dió el ticket y el cambio que correspondía. 
     “Gracias” le dije y, sin más, puse primera continuando mi camino a la oficina. Pensé que el tráfico de la hora la tenía aturdida y concentrada. O tal vez era sorda, o muda, o ambas cosas a la vez. Pero no me dirigió una sola palabra.

-     “Buenos días a todos”, dije como de costumbre al llegar a la oficina.  Sólo una persona contestó mi saludo. Los demás seguían atentos a lo que hacían.  
    “¡Buenos días!”. Alcé la voz. “¿Porqué no me saludan?”. Unos sonrieron por mi reacción. Otros siguieron atentos a lo que hacían.

Abrí el primer correo electrónico del día y el mensaje era unas mayúsculas increíbles: "FYI", que como algunos saben son las iniciales de “For your information”, (“Para Su Información”, en español). ¿Toma mucho tiempo escribir “Hola. FYI”? o tal vez: “Hola.PTI”.  

Me dijeron que debía pasar un examen médico ese día dentro de la empresa.
-        “Buenos días”, dije como de costumbre al llegar a la primera estación de controles.
-        “Por favor llene esta ficha y espere que lo vamos a llamar”. Felizmente dijo “por favor”.

      En la segunda estación, la de la toma de sangre fue la misma historia:
-          “Buenos días”, dije amablemente.
-          “¿Vino en ayunas”. Fue la respuesta.
     
      Por la noche hice compras en el supermercado y al llegar a la caja:
-          "Buenas noches señorita".
-         "¿Boleta  o factura?". Me contestó.

Me pregunto por qué la gente no saluda, o mejor dicho, por qué la gente no contesta el saludo de otra persona. Recuerdo a mamá enseñándome que siempre se saluda “porque cuando saludas todos te quieren mucho hijito, y si no saludas dicen que eres un maleducado y no te van a querer”. Y como siempre he buscado que me quieran saludaba a medio mundo.

Hay lugares, como en los pueblos de la sierra donde se tiene la costumbre de saludar aún a las personas que no conocen. Los años en los que viví en la sierra me encantaba que al caminar por las calles todo el mundo se saludaba. Daba gusto escuchar el saludo de las personas, que a pesar de sabe Dios qué cosas pasan en sus cabezas, consideran el saludo como buenas prácticas en sus vidas.

Soy un convencido que el saludar fortalece las relaciones de las personas. Es una buena forma de expresar el respeto y la consideración que se tiene hacia los demás. Es decirle al otro “yo te considero igual a mí”,  “somos iguales”, “no me importa si eres quien barre la calle, o quien cobra el peaje, o el gerente de esta empresa, yo te considero tanto como me considero a mi mismo, y te respeto”. Pero es decepcionante cuando la gente no responde el saludo. Siento que al decirle “yo te considero igual a mi” la otra persona dice “lo siento, yo no y no hagas mucha bulla porque me distraes”.

No siempre el saludar es sinónimo de abrir una puerta a otra persona para entablar una relación. Cuando subo a un ascensor y hay personas que no conozco, las saludo. Cuando visito a un cliente y paso por una oficina y hay varias personas, también saludo. Y al saludarlas no creo una relación pero si muestro mi cortesía y respeto por esas personas.
  
Acostumbrémonos a saludar y a contestar el saludo. Hagamos de esta simple norma de cortesía un hábito en nuestras vidas. La imagen que otros tendrán de nosotros será, siempre, mucho mejor.

Hasta la próxima.

jueves, 28 de junio de 2012

La Venta Perfecta

- Aló. Buenos días. 
- Aló. Estoy llamando porque deseo comprar unos camiones.
- ¡Qué bueno señor! Gracias por comunicarse con nosotros, será un placer poder asesorarle en su proceso de compra.
- Muchas gracias. Queremos comprar cinco camiones para una operación minera y ustedes venden los camiones que necesitamos.
- Así es caballero, tenemos una excelente gama de productos y no dude usted que tendremos el mejor camión para su operación.
- Excelente. ¿Cree usted que puede recibirme hoy para finiquitar la compra?
- Por supuesto. ¿Le parece bien en una hora aquí en nuestro local principal? Así me da la oportunidad de mostrarle los camiones.
- En una hora estaré allí.

Una hora después…

sábado, 2 de junio de 2012

Tráfico


Un día cualquiera. Av. Javier Prado. 19:00 horas. Hora punta. Manejo mi nave. Peugeot 306. Cientos de autos. Dos vías. Un solo objetivo: Llegar a casa. El tráfico me detiene. Analizo los rostros. Las caras de la agitada Lima.

Allí va ella. Acomodó su cabeza en el frío vidrio de la vieja Custer. Se durmió pensando en sus hijos. No los vio en todo el día. Le queda una hora de viaje para llegar a su lejana Comas.

Giro a la izquierda. Allí va el. Apoya la frente en el timón de su Rav4. Levanta la cabeza y refriega su rostro con sus manos. Inclina la cabeza hacia atrás. Nota que lo estoy mirando. Me mira. La luz cambia a verde y ambos emprendemos la marcha.

Allí va ella. Su mirada perdida demuestra tristeza. Espera que esta vez las cosas mejoren en casa. No sabe si su marido llegará esta noche. Mil demonios rondan por su mente y piensa si estará con esa intrusa otra vez. Se mueve la vieja Combi. Su mirada sigue imperturbable.

Allí van ellas. Paradas en el enorme ómnibus. Van sonriendo. Se encontraron después de tiempo y aprovechan el cansino paso de los autos para ponerse al tanto de sus vidas. Una le cuenta que se casa pronto. La otra que ya se separó. Prefieren cambiar de tema. Un sospechoso detrás de ellas llama su atención. Agarran fuerte sus carteras. El policía nos dio pase. Tengo que poner primera otra vez.

Allí van ellos. Aprovechan para darse besos. El quita las manos del timón. Ella se deja caer en sus brazos. Hay tiempo suficiente para demostrarse amor. Apenas nos había detenido el semáforo. Yo espero que avancen los autos. Ellos ruegan por seguir detenidos.

Lo veo allí. Va sentado leyendo. Esta vez no le cedió el asiento a la señora que lo mira enojada. El va estudiando. Ella rogando por un asiento. El tiene que esforzarse al máximo; si espera llegar a casa para empezar a estudiar para el examen del día siguiente, tal vez encuentre en el cansancio y el sueño la mejor excusa para no aprobar. Prefiere hacer de la Combi La Molina – Ventanilla su cuarto de estudio. Ella sigue esperando.

Ella va sonriendo sola. No ve la hora de llegar a casa y cargar al bebé del que tanto le costó separarse esa mañana por que se acabó su periodo post natal. Lleva además de su bolso y su lonchera, un pequeño maletín; y en él la leche que se sacó con esa bendita maquinita que lleva dentro. Llegará a casa. Cargará a su bebé. Sigue sonriendo. Pero aún falta mucho. Debe llegar a La Punta. Su bebé debe esperar.

Allí van los miles de rostros que hacen la gran Lima de la hora punta. Allí van miles de historias. Miles de dramas. Miles de ilusiones.

Y allí voy yo. Rogando que avance nuestro Peugeot. Rogando que vuelen los segundos, los minutos, las horas. Que llegue pronto el momento de llegar a ti, para envolverte en un abrazo y tocarte con un beso. Te amo Angélica.

viernes, 1 de junio de 2012

La historia de Zacarías Smith

El video que aquí les comparto fue colgado por mi amigo Yuri Alfaro en su cuenta de Facebook y la verdad es que me impactó mucho.

Después de ver la historia de Zacarías no me quedan dudas que la bondad de Dios está por encima de las cirunstancias que nos tocan vivir. Me quedo con las últimas palabras de video: Dios es Dios y Dios es bueno.

No dejen de ver el video.






martes, 3 de abril de 2012

Semana ¿Santa?

A lo largo de los años, muchas personas que saben de mi fe cristiana evangélica me han preguntado si celebro (sic) la Semana Santa y si estas fiestas (sic) tienen un significado especial para mí. Nunca me ha incomodado dar respuesta a esta pregunta, al contrario, aprovecho la oportunidad para ampliar el concepto que pueden tener otras personas sobre lo que profeso como evangélico.

El sentido que tiene la Semana Santa para mí dista mucho a la forma en que fui enseñado cuando niño. Recuerdo que en mi niñez, cuando profesaba la fe católica, las personas mayores no nos dejaban por ejemplo jugar porque “es pecado niño estar por allí jugando mientras Cristo está clavado en la cruz”, o “si pateas la pelota estás pateando el cuerpo de Cristo, ¿no te ha dicho eso tu mamá?”. El sentido de culpa era terrible, lo recuerdo claramente. Ah y el clásico “no se come carne porque el que come carne come la carne de Cristo”. Creo que esta forma de pensar ha cambiado con el paso de los años, tal vez la única de estas tradiciones que permanece a la fecha es la de no comer carne durante la Semana Santa.

Pues bien, la Semana Santa no es para mi una “fiesta” precisamente ni mucho menos un motivo de celebración. Por el contrario son fechas para reflexionar y recordar lo que Jesús hizo por el hombre. Desde luego aprovecho para descansar en familia y si es posible alejarnos un poquito del mundanal vértigo de la ciudad.

Lamento sí, que al igual que la navidad, Semana Santa se haya convirtido en oportunidad de negocio de muchas personas, sino pregúntenle a los vendedores de pescado que elevan sus precios en dos o tres veces. Y que hay de los encartes que nos llegan con El Comercio el mismo día del famoso “Domingo de Ramos”: Carpas, lámparas, colchones inflables, bolsas de dormir, etc: claro si medio mundo se arranca a las playas a acampar. En fin, cada uno tiene derecho de pasarlo de la mejor manera según su fe y la importancia que le da a la fecha.

Finalmente creo que recordar solamente una vez al año lo que Jesús hizo por nosotros es muy mezquino. No soy un cucufato, pero creo que permanentemente debemos recordar el acto de amor de Jesús por nosotros. Nos hemos acostumbrado a dejar a Jesús a un lado de nuestras vidas. Si Semana Santa es solamente una fiesta litúrgica que por tradición seguimos, nos viene bien leer lo que Jesús dijo: “Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón está lejos de mí” (Mateo 15:6-8).

Relájense y disfruten en estos días libres, y si pueden reflexionen un poquito sobre el amor de Dios para nosotros. Aunque sea después de la resaca.

viernes, 24 de diciembre de 2010

¡Felíz Navidad amigos!

¿Qué celebramos los cristianos en Navidad? Es una pregunta que muchas veces me han hecho. Es más, tantas o más veces me han preguntado ¿Ustedes los evangélicos celebran la Navidad?, y la respuesta siempre la he dado con mucha emoción: ¡Claro que si!

La Navidad es una fecha de celebración muy especial para nosotros los cristianos, pues el nacimiento de Jesús marcó el inicio de un hermoso plan de redención y salvación para la humanidad. Durante muchos años el hombre aguardaba el cumplimiento de la promesa que Dios había hecho, que El enviaría a un salvador para su pueblo.

Jesús es la razón de ser de la navidad y a El lo celebramos, porque nació para darnos vida y le amamos porque el nos amó primero. Y nos mostró su amor y nos dio su vida al morir en la cruz del calvario, y tomó nuestro lugar por amor. ¿Cómo no celebrar su nacimiento? ¿Cómo no alegrarnos de su venida al mundo? Aunque parezca una afirmación lógica, para que Jesús muera por nosotros, él debió nacer primero; y ese es el sentido que le doy a la navidad. En aquel pesebre prestado (pues no hubo lugar para El en el mesón), rodeado del olor de animales, sin un lugar especial donde recostar su cabeza, allí nació nuestro Salvador.

Queridos amigos, en esta Navidad, quiero hacerles llegar en nombre de mi familia y en el mío propio, un cariñoso saludo navideño y deseo que la paz de Jesús esté en sus corazones y en el de cada uno de sus seres queridos. Que esta Navidad sea llena de amor y bendiciones de mi buen Dios, y que sea una fecha en la que no olvidemos que JESUS ES EL HOMENAJEADO ESPECIAL. Dense un tiempo para pensar en El, para agradecerle lo que hizo por nosotros. Abrámosle la puerta de nuestros corazones para que El limpie cada día nuestra maldad y nos renueve en medio de este mundo difícil y cambiante.


Les dejo esta hermosa canción llamada El Niño de Belén, cantada por Marcos Vidal. Ojalá puedan reflexionar un poquito en ella. Dios los bendiga.




sábado, 24 de julio de 2010

La Gran Aventura en Las Cataratas de Iguazú

En Abril de este año tuve la suerte de viajar con mi esposa Angélica a Argentina y conocer uno de los lugares más espectaculares del mundo: Las Cataratas de Iguazú. Fueron días inolvidables y les comparto un resumen del video que muestra nuestro paseo en balsa (gomón) por las aguas del Río Iguazú. Fue muy emocionante el momento en que las aguas nos golpeaban. Para mi fue en realidad La Gran Aventura de mi vida.


domingo, 11 de abril de 2010

El Barza aplaudido en el Bernabeu

¿Te imaginas a los hinchas de Boca Juniors aplaudiendo a los jugadores de River Plate en el estadio La Bombonera? O en el plano local, ¿te imaginas a los hinchas de Alianza Lima aplaudiendo el buen juego de la U en el mismísimo estadio de Matute? Yo no. Es inimaginable que pueda suceder algo así, que los hinchas aplaudan al archirival de siempre.

Pues en el video que muestro verán a los hinchas del Real Madrid aplaudiendo a las estrellas del Barcelona en el mismísimo Santiago Bernabeu. ¿No lo creen? Échenle entonces un vistazo al video. Sencillamente impresionante.

sábado, 6 de febrero de 2010

Del Nintendo de Sombrita al Wii de Sebastián


Nunca me gustaron los videojuegos. En mi barrio de toda la vida, claro, Atahualpa en el Callao, a comienzos de los ochenta no era común hablar de ellos. El recuerdo más lejano que tengo es el Atari de Sombrita. Sombrita es Carlos Ardiles Rojas, uno de los muchachos con los que peloteábamos y vivíamos felices en el barrio. En su casa había un Atari. Todos los niños que jugábamos al Kiwi, al Chiquimango, al Palito Chino, y otros juegos sabíamos que había un Atari allí en su casa, pero no recuerdo a uno que le agarró cariño a esa máquina negra que ponía carreras de carros en la TV y al viejo Pacman que comía mostritos.

Recuerdo que cuando ese Atari fue novedad en casa de los Ardiles, todos los mocosos del barrio entramos un día en ella para ver de que se trataba ese Atari. Claro, cuando llegó a mí el mando para que guíe al Pacman a comer los mostritos yo había esperado un largo rato. Mi decepción fue grande cuando a los pocos segundos (no creo haber llegado al minuto) mi juego había terminado. ¿Qué? ¿Eso era todo? Señoras y señores. Niñas y niños: Esto no es conmigo. No creo haber llegado al minuto cuando ya estaba nuevamente en la calle, seguramente jugando con los que antes que yo, también se habían decepcionado del Atari.

No recuerdo más intentos con el Atari de Sombrita. Algunos años más tarde, ya en los últimos años de la secundaria tendría un nuevo encuentro con los videojuegos. Fue en casa de mi amigo Germán Bedoya Vinces, compañero en el colegio y también del barrio. Fuimos a su casa con otro amigo del colegio, mi gran amigo Erick Tamaríz Quijandría, compañero también de la banda de músicos del colegio. Germán tenía una consola de juegos (no se si era un Atari o un Nintendo, o que otro nombre tenía). Esta vez éramos solamente tres “players” así que no había mucho tiempo de espera entre juego y juego. Claro, siempre era yo el que perdía y tenía que entregar el mando.

Por alguna extraña razón nunca he sido bueno para los videojuegos. Tan malo era que ni siquiera me angustiaba por querer volver a jugar. Si jugaba o no me tenía sin cuidado. Creo que no me gustaban y punto. No recuerdo, por ejemplo, haberles pedido alguna vez a mis padres que me compren una consola de videojuegos. Ellos desde luego, deben haber celebrado eso en su momento. Lo mío en esa época era jugar en la calle.

Ya a finales de los noventa tendría un nuevo encuentro con los videojuegos. Fueron algunos encuentros con mi hermano del alma y colega, mi tocayo Gustavo Contreras. Fue en un pueblo llamado Chuiquián, a donde llegamos para trabajar en el proyecto Antamina, pueblo en el que vivimos durante poco más de un mes. Un día pasamos por una casa a la que los niños llamaban “El Vicio” y donde varios niños jugaban Play Satation. Gustavo me animó a jugar y, desde luego, me negué al comienzo. No quería probar nuevamente el trago amargo de perder todos los juegos. Al poco rato ya estaba allí peleando con Gustavo en un juego clásico llamado Street Figther (no se si era el 1, o 2 o cuál, tal vez mi tocayo lo recuerde). Pero recuerdo haber sido la burla de algunos petisos “viciosos” cuando veían como mi tocayo de deshacía de mi en apenas pocos segundos. Lo mío era celebrar uno que otro golpe franco que lograba colocar en los cuerpos de los personajes de mi tocayo (siempre fue para mi un misterio cómo le hacía para meter esos golpes). Al poco rato llegó el momento de dejar Chiquián y acabo ese nuevo acercamiento a las consolas.
Cuando llevaba un año en el proyecto Antamina, nos movimos a un campamento llamado Pachapaqui, por ser el nombre del pueblo donde estaba ubicado el mismo. Mi abuela Hilda, en uno de mis viajes de visita a Lima, me dijo que alguna vez una señora le había dejado “un aparato dicen para jugar en la televisión hijo ¿no quieres llevarlo?”. No dude en decirle que si quería llevarlo. En la casita del campamento en Pachpaqui teníamos televisor y un VHS y pensé que podía aportar un toque de tecnología a nuestro “centro de entretenimiento” llevando este “aparato para jugar en la televisión”. Ese aparato se llamaba Nintendo. Y tenía solamente dos cassetes: Uno de carrera de autos y el otro de… no me acuerdo. Fue la sensación en la casa: Rommel Serván, Tito Montagne, Gustavo Contreras, Fredy Benites, Félix Chávez, Alberto Machado, Lucho Castillo, y yo nos turnábamos para jugar. Dos jugadores por carrera, el que perdía entregaba el mando. Desde luego, yo siempre entregaba el mando. Poco a poco dejamos de usarlo. Otro capítulo con los videojuegos se cerraba.

Han pasado poco más de diez años y una nueva historia ha comenzado. Aunque esta vez con otro sabor. Sebastián mi hijo, el pequeño que me sigue, había descubierto en el Internet a un pequeño personaje llamado Mario Bross (gracias a links de juegos para niños que le dieron en el nido). Yo lo veía jugar y me sorprendía la habilidad con que avanzaba algunos niveles y también sufría cuando perdía y “si lloras te apago la computadora ¿ok?”. Hasta que llegó la navidad, y en Discovery Kids vio la publicidad del New Super Mario Bross Wii que permite “cuatro jugadores papito: Tu, mamita, mi hermanita y yo. ¿Qué chévere no papito? ¿Me lo vas a comprar por navidad no papito?”. Si señores, fueron casi dos meses de escuchar los ruegos de Sebas pidiéndonos a Angélica y a mi que por navidad le compremos el Nintendo Wii porque “es baratito papito, mira aquí dice en la revista: Cuesta 999 nomás. Barato no papito?” Solamente lo miraba y deseaba dentro de mi que algún día sus hijos le digan lo mismo.

Llegó la navidad y gracias a Dios pudimos comprarle el Nintendo Wii que tanto quería y su juego New Super Mario Bross. Claro, además del cargador de baterías de los mandos, y del mando adicional “porque tienes que jugar conmigo papito”, y del transformador porque la consola es para 220V. Desde luego eso no está incluido en el baratito 999 ¿no hijito?

Lo cierto es que esta vez le agarré por fin el gusto a los videojuegos. Y no porque la tecnología de la consola es alucinante (en verdad lo es), ni porque los juegos son divertidos; creo que la razón es que ahora mi compañero de juegos es Sebastián. Es cierto, reniego muchas veces con él durante el juego, lo acepto, pero nuestras jornadas en el Wii terminan siempre entre besos y abrazos, y con la promesa que para “la próxima no voy a renegar tanto hijito”. La paso tan bien con mi hijo, aún cuando sigo siendo malo para el juego, pero ya va llegando el día en que el me supere porque está aprendiendo a jugar. Llegará pronto el día cuando sea el quien reniegue conmigo porque no lo dejo avanzar. Amo compartir esos ratos con él jugando Mario Bross.

Mucho cambió desde el Atari de Sombrita hasta el Wii de Sebastián. Cambió tanto como aquel niño que rechazaba el Atari y que hoy disfruta del Wii.

Let´s we go!!!!

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Felíz Año 2010


Queridos amigos: En esta última entrada del 2009 va para ustedes mis más sinceros deseos de prosperidad para el Nuevo Año 2010. Deseo de todo corazón que para cada uno de ustedes sea un excelente año; un año en el que puedan alcanzar todas las cosas que se propongan y hago votos para que la paz y la felicidad reinen en cada uno de sus hogares.

Amigos míos, espero seguir llegando a ustedes a través de esta humilde tribuna durante el 2010. Una vez más, gracias por leer mis excentricidades y cursilerías, y además tener la generosidad y grandeza de dejarme sus comentarios. Es para mi una forma de estar cerca de ustedes, entrañables amigos a quienes no puedo abrazar ni saludar todos los días. En buena hora para mí (espero que para ustedes también) que aún me quedan ganas por seguir con el blog.

Finalmente deseo que Dios derrame sus bendiciones sobre cada uno de sus hogares y en especial sobre cada uno de ustedes.

Feliz 2010.

Influencia que trasciende

Hace dos semanas estuve en la siempre bella y acogedora ciudad de Cajamarca, ubicada en la sierra norte del Perú; ciudad que como siempre me recibió con sus bellos prados y sus hermosas calles andinas con encantadores paisajes de fondo. Fue inevitable que vuelvan a mi mente los meses que me tocaron vivir en esa ciudad allá por el año 1995. Y aunque esta vez no fue un paseo lo que me llevó a Cajamarca sino más bien un breve viaje de trabajo, tuve la oportunidad de visitar a un viejo y entrañable amigo mío llamado Elías Huamán. El es un misionero que radica varios años ya en Cajamarca y ejerce un pastorado en la Iglesia Filadelfia de esa ciudad. A pesar que llegué algo tarde al culto de oración pude oir parte de la exposición que Elías dio. Ese día tenían un invitado especial en su culto: el Pastor Frank Carmical.

Acabado el servicio tuvimos la oportunidad de disfrutar una agradable cena en la casa de Elías. Una buena parte de nuestra conversación fue sobre la forma en cómo hoy en día una gran la niñez de todo el mundo se echa a perder debido a un indolente falta de presencia de la figura paterna en el hogar.

Frank nos habló acerca de un hombre llamado Jonathan Edwards quien es conocido como uno de los principales misioneros para los nativo americanos del Siglo XVIII y como uno de los principales teólogos protestantes de la historia de los Estados Unidos, incluso llegó a se Presidente de la Universidad de Princenton. Muchos consideran que su principal obra fue el primer Gran Avivamiento de la Iglesia Protestante entre 1740 y 1742. Sus predicaciones y su legado histórico aún son estudiados en muchas escuelas teológicas e incluso en universidades en todo el mundo.

Sin embargo hubo algo que nos contó Frank sobre Jonathan Edwards que pude corroborarlo en Internet. Edwards se casó con una mujer de sólidos principios bíblicos llamada Sarah. Ambos tuvieron once hijos a quienes él, personalmente, se encargó de discipular y transmitir toda su fe pues consideraba que su principal aporte a su nación era dejarle una generación de hombres que amaran a Dios y sirvieran de corazón limpio a la sociedad.

Un estudio investigó el árbol genealógico a partir de Jonathan y Sarah Edwards encontrando lo siguiente entre 729 descendientes:

400 cristianos de renombre
13 presidentes de universidades
65 profesores universitarios
100 abogados
32 jueces estatales
85 autores de libros clásicos
66 médicos
80 oficiales políticos
3 gobernantes estatales
3 senadores
1 Vicepresidente de los EEUU.

Es impresionante la influencia que tuvo Edwards sobre la vida de sus 11 hijos, quienes seguramente replicaron esa influencia en sus hijos y así de generación en generación. Edwards puso en práctica lo que dice en la Biblia: Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas. (Deuteronomio 6:5-9)

Creo que nosotros somos consecuencia de lo que pasó con nuestros antepasados directos, de nuestra propia herencia familiar; pero tenemos a la vez la oportunidad de hacer un punto de quiebre si es que hasta aquí la cosa no anduvo bien. Podemos superar nuestras debilidades para dar el mejor ejemplo a nuestros hijos y que ellos hagan lo mismo con los suyos.

Frank Carmical nos contaba que una anciana de su iglesia en los EEUU aporta económicamente para su labor como misionero en China. Esta anciana es una descendiente de Jonathan Edwards.

Me pregunto: ¿Fue el avivamiento del Siglo XVIII la principal obra de Jonathan Edwards? Creo que no. El principal legado de Edwards fueron muchos hombres y mujeres con principios sólidos producto de la fe de este hombre y la de su esposa Sarah.

Seamos una buena influencia para nuestros hijos. Lo que ellos ven… ellos hacen.

Les dejo este video que realmente es impactante. El mensaje final dice: "Children see: Children Do. Make your influence positive" (Los niños ven: Los niños hacen. Haz tu influencia positiva)