sábado, 10 de mayo de 2008

Señor: ¿Tiene hijos?

Pensé que iba a terminar el día como un día cualquiera: Pensando un poco en lo que pasó hoy y en lo que me esperará mañana. Pensé que mi rutina diaria no se alteraría, pero algo la cambió el día de hoy.

Había salido de hacer las compras de la semana en un supermercado cercano a casa pasadas las 10:00 pm, me dirigía hacía mi auto llevando el coche lleno de las compras realizadas, sintiendo que la noche empezaba a ponerse fría, cuando de pronto apareció él:

- Señor, cómpreme caramelos (con el tono lastimero con la que siempre te venden caramelos).
- No hijito, ahora no.
- Señor, ya pues, por favor cómpreme.
- No papito lindo, ahora no.

Empezó a alejarse, cuando dentro de mi surgió un VEN. Por una fracción de segundos pensé: Acabo de salir con un coche lleno de cosas para mi casa, y ese pequeño niño está vendiendo caramelos pasadas las 10:00 pm. No seas desalmado, si de gracia recibes... da de gracia".

Corrió hacia mi aquel pequeño de unos 8 años de edad, mientras yo sacaba una moneda de 1 sol de mi monedero.

- Toma hijito. Que Dios te bendiga.
- Tenga sus caramelos señor.
- No papito, te los regalo. Véndeselos a otra persona.
- No Señor. -Subió el tono de su voz-. Tenga sus caramelos.
- Que no niño.- Subí el mío-. Véndeselos a otra persona.
- Entonces tenga su sol señor.

Me hizo entrar "en trompo" el mocoso.

- Bueno, bueno, dame dos caramelos.
- No tenga.

Me dió cinco.

- Bueno, yo quería ayudarte.
- Gracias Señor. Déjeme ayudarle a pasar sus compras al auto.

Debo reconocer que me entró un fuerte sentimiento de desconfianza pues tenía el carrito lleno de bolsas, y pensé que aquel pequeño podía estar coludido con alguna persona de mal vivir y pudiera hacerme una emboscada para robar parte de mis compras. A esa hora quedaban pocos carros en los estacionamientos del supermercado, la calle ya se veía vacía y todo podía pasar en ese momento.

- No. No deseo que me ayudes niño.
- Es que me gusta ayudar a la gente buena señor.
- Deja mis bolsas por favor. No quiero renegar contigo. Aléjate ya.
- Señor, es que en verdad me gusta ayudar.

Alcé la voz y le dije.

- ¡Que no! ¿quieres que te quite el sol que te di y que te devuelva tus caramelos?. Vete ya.

Se asustó. Dejó de ayudarme. Metió su mano a su bolsa de caramelos y atacó otra vez.

- Señor: ¿Tiene hijos?
- Si. ¿Porqué?
- Dele estos caramelos. Les regalo.

Sentí un nudo en la boca del estómago.

- No gracias. Yo les daré los caramelos que ya me vendiste.
- No señor. Dele estos también por favor.
- Oye ¿qué tienes?. vende esos caramelos a otras personas.
- No señor. tenga.

Practicamente puso sus caramelos en mi mano. Puso una cara de cansado y como queriendo que su bolsa de caramelos se acabe cuanto antes. Noté angustia en su pequeño rostro sucio y cansado. Me agaché un poco y le susurré:

- ¿Tienes que vender todo hoy?
- Si señor. Tengo que acabar la bolsa, si no, no puedo irme a casa.

Me dejó mudo. No supe que decirle. Sentí que este mundo cada día está mas de cabeza. Por unos segundos sentí el cuerpo helado. No atiné a nada. Estaba petrificado. Mientras el pequeño niño ponía los caramelos para mis hijos en mi mano. Creo que el terminó de pasar las cosas al auto y cuando terminó me dijo:

- No se preocupe señor. Yo llevo el cochecito a su sitio.
- Gracias hijo.

Subí al auto y no se en que momento: una lágrima. Y en esa lágrima toda mi impotencia, mi rabia, mi disconformidad con el mundo en que vivimos. Recién allí se me ocurrió comprarle todos sus caramelos pero ya era tarde, estaba por llegar a casa.

Mientras bajaba del auto las cosas para meterlas a casa, no podía dejar de pensar en aquel pequeño, y en una pregunta que me ha marcado: "Señor: ¿tiene hijos?". Y solamente tuve ganas de darle gracias a Dios que mientras ese pequeño niño vende caramelos en una calle, mis hijos duermen bajo un buen techo, bien abrigados, y con los reposteros llenos. Y llenos de amor. Le di gracias a Dios por mi trabajo, por el trabajo de Angélica, y porque todo lo que tenemos y de lo que podemos gozar le pertenece a El, pues El es dueño de todo. Lo que tenemos, que no es mucho, lo tenemos por la gracia de Dios mas que por nuestros propios méritos, porque como dice en la Biblia, sus misericordias con nosotros son nuevas cada mañana.

Iré a dormir y haré una oración por ese terco niño de los caramelos. Por él, y por todo niño que injustamente es sometido a trabajos forzados.





6 comentarios:

Rinaldo Montalvo dijo...

Gustavo, mi amigazo:

Es de veras muy fuerte leer esto, me parece que es una realidad que está a nuestro lado día a día, sólo que por la velocidad en la que vivimos, ni siquiera nos damos cuenta que nos circunda.

Tal y como lo hemos conversado, la única manera de hacer algo al respecto sería que todos tomemos conciencia de qué manera podemos contribuir con cambiar a esta sociedad "tan ajena de sí misma" y pongamos en práctica lo meditado. Este posteo ayuda mucho a pensar al respecto....muchas gracias mi amigo!!

Un abrazo muy fuerte viejito!!

Tu amigo

Lorenzo Gomez dijo...

Wow!
Por dónde empezar??? quién tiene la culpa??? el niño, los padres, la sociedad, el sistema, Alan Garcia???. Personalmente tengo una convicción: sacia tus necesidades hasta el punto que ello no sea un agravio para los que no tienen. El límite solo lo conoce cada persona y Dios. En situaciones como esta que nos describes, también hay que sumarle un poco de prudencia al asunto: Lima, 10pm, un carro lleno de cosas, un niño que aparece, etc. es una escena propicia para un asalto, recuerda que tus hijos y tu esposa te esperan en casa y que ellos necesitan a su papá por muchsimos años mas.

Un abrazo, excelente relato!
LG

Anónimo dijo...

Buen posteo

Anónimo dijo...

Amigo: Espero que la próxima vez ("porque a los pobres siempre los tendreis") tus reflejos espirituales sean más rápidos, lo bueno de tí es que eres sincero y nos cuentas incluso tus errores, vale mano! no somos perfectos, pero Dios nos dice que "seais perfectos así como el Padre"

Anónimo dijo...

Gustavo,

Este relato es de veras impactante, es algo que pasa en todas partes, y de veras que en momentos como ese no sabes qué es mejor: si no darles nada y sentirte mal porque tienes de todo, o darles una monedita y calmar su hambre por una noche pero fomentar ese modo de vida eternamente...

Que Dios te bendiga, un fuerte abrazo.

Rodrigo REYNA
El "Pana-Colombo" ;)

Anónimo dijo...

Difìcil situación la que se vive cada día transitando en esta vida, el hecho de ver a un niño vendiendo caramelos y a la vez imaginándote en ese momento cuando te echa una mirada, dónde te lo dice todo, y pensar: "todo haré por mi hijo para que jamás pase por esto". Cómo puede un niño tan pequeño estar a tan altas horas de la noche, mendigando o intentando acabar de vender toda su bolsita de caramelos al punto de querer regalarla toda para evitar que suceda quien sabe qué, por regresarla con caramelos aún en ella... Mientras uno se preocupa hasta porque un hijo ande desabrigado en casa bajo techo, O ..que importa dicen algunos.. que no termine su comida por que ya no quiere más mi hijo, cuando es desde pequeños donde se le enseña a valorar el plato de comida que hay en casa.....
Aquí es donde el reflejo espiritual hace actuar ante la necesidad de otro ser y hacer lo que en uno esté a su alcance, en quizá no darle dinero, sino un alimento, un sandwich de hamburguesa que quizá uno tenga en mano saboreando, e imaginando que aquella persona ni siquiera tuvo un pan similar en el día para alimentar su debil y frágil cuerpo (debido al poco alimento que acostumbra llevar a su boca)
..En el reflejo espiritual está la bondad en dar a otros lo que en su vida carnal y espiritual necesiten....y en las manos de nosotros la oportunidad de ayudar a alguien más a no caer.. A veces sin tener en ese momento..dar, que es más que el dinero, una sonrisa a esos pequeños que quizá no tienen siquiera quién se la dé.
Georsh